A día de hoy, el diagnóstico de los trastornos del espectro del autismo (TEA) solo se establece cuando el niño, ya sea a la edad de dos años o, incluso, de cuatro años, manifiesta de una forma patente los síntomas del comportamiento característicos del autismo, caso de un déficit en la comunicación, la dificultad para una correcta integración social, una dependencia exagerada de las rutinas, o una gran intolerancia ante los cambios o a la frustración. En consecuencia, y si bien la prevención de estos trastornos resulta en la actualidad imposible, no se pueden adoptar medidas e intervenciones precoces que atenúen su evolución. Sin embargo, esta situación podría cambiar en el futuro inmediato. Y es que un estudio dirigido por investigadores de la Universidad de California en Davis (EE.UU.) parece haber identificado un biomarcador que podría predecir si un bebé acabará padeciendo autismo ya a la temprana edad de seis meses.