Camuflajeado entre las algas o las rocas del suelo marino, el pulpo rojo reconoce los ojos y las patas nadadoras (pereiópodos) de la jaiba azul. Con un hábil movimiento la atrapa e inyecta su saliva, que la paraliza en segundos; entonces, el octópodo la sujeta firmemente durante 20 minutos, en espera de que las proteasas (enzimas que fragmentan las proteínas) desintegren el interior de su presa favorita para deglutirla.
Fuente: Noticias de la ciencia