Un estudio que se publica en Proceedings of The National Academy of Sciences (PNAS) aporta nuevas pruebas del papel de la inestabilidad genómica en el envejecimiento. Al parecer, a medida que avanza la vida aumenta la actividad de los denominados transposones, que son fragmentos de ADN que se liberan y reescriben en otra parte del genoma, haciendo que cunda el caos en la composición genética de los tejidos y, como consecuencia, acortando la vida.
El equipo de Stephen Helfand, de la Universidad de Brown (Estados Unidos), ha comprobado que los transposones incrementan exponencialmente su actividad saltarina cuando las moscas de la fruta están en el punto más álgido del envejecimiento y empiezan a morirse. Además, han visto que ciertas intervenciones asociadas a un alargamiento de la vida -como una dieta baja en calorías-, retrasan el inicio de la actividad frenética de los transposones en las moscas.